RUTH ELIZABETH MEZA PACHECO
El calentamiento global, la sobreexplotación del suelo y la falta de lluvias han agudizado la sequía en México. Cerca del 80% del país presenta afectaciones, mientras millones de personas enfrentan escasez de agua.
Culiacán, Sin. – Este 17 de junio se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha que llega en medio de una de las etapas más críticas para Sinaloa, donde la falta de lluvias, el calor extremo y el estrés hídrico han marcado el panorama ambiental durante los últimos meses.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ningún país es inmune a la sequía. A diferencia de otros desastres naturales, este fenómeno puede prevalecer durante muchos años e impactar de manera negativa el desarrollo; también es el que más afecta a las personas en el mundo.
Entre sus efectos negativos se encuentran el incremento de la migración por cuestiones climáticas, impactos directos en la producción y afectaciones en el abastecimiento de agua dulce. Puede paralizar la producción de alimentos, agotar los pastizales, perturbar los mercados y, en casos extremos, causar hambrunas y la muerte generalizada de animales y personas.
La desertificación es la degradación que abarca la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Esta es provocada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas, y no debe confundirse con el avance natural de los desiertos existentes.
Cifras alarmantes
Desde el año 2000, la frecuencia y duración de las sequías se ha incrementado en un 29 %. Entre 1900 y 2019, estos fenómenos afectaron a 2,700 millones de personas en todo el planeta y provocaron 11.7 millones de muertes. Cada año, 55 millones de personas en el mundo se ven afectadas por estas condiciones extremas.
La escasez de agua está agravando los problemas en diversas poblaciones, dificultando el desarrollo y afectando directamente la producción de alimentos.
La sequía no distingue entre países pobres o ricos. Día con día, avanza en territorios desarrollados, y se pronostica que, hacia 2050, tres cuartas partes de la población del planeta estarán impactadas por este fenómeno.
Debido a esta creciente preocupación, desde 1994 se conmemora cada 17 de junio el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, bajo el lema “Superando juntos las sequías”, con el fin de fomentar la conciencia pública sobre dos fenómenos que van de la mano: la sequía y la desertificación.
Mientras la degradación del suelo afecta a más de 1,500 millones de personas en todo el mundo. De ellas, el 74% vive en situación de pobreza: un 42% en pobreza extrema y un 32% en pobreza moderada, según datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Se trata de un fenómeno que no solo compromete la seguridad alimentaria, sino también la estabilidad social y ambiental de vastas regiones del planeta.
En México, la situación es crítica. A finales de abril, cerca del 80% del territorio nacional presentaba algún grado de sequía, agudizada por una intensa ola de calor, la escasez de lluvias y el consecuente desabasto de agua en varias entidades del norte y noroeste del país, según reportó el Monitor de Sequía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). En al menos 20 de los 32 estados, el termómetro alcanzó temperaturas entre 40 y 45 grados Celsius, mientras que el déficit de precipitaciones rondaba el 23% respecto al promedio histórico nacional.
Durante la segunda quincena de mayo de 2022, el paso del frente frío número 47 trajo lluvias por encima del promedio en el noreste del país, lo que permitió una leve mejoría. En estados como Nuevo León y Tamaulipas, las condiciones de sequía extrema y excepcional se redujeron notablemente, aunque el problema de fondo persiste.
Los ecosistemas de zonas secas, que cubren aproximadamente un tercio de la superficie terrestre, son especialmente vulnerables. La sobreexplotación de la tierra, asociada a la pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas agrícolas e hídricas, afecta directamente la productividad del suelo, empujando a comunidades enteras hacia la marginación.
La desertificación y la sequía son fenómenos interconectados con impacto global, no exclusivo de una región o país. Por ello, se requiere una respuesta coordinada y urgente por parte de la comunidad internacional. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) ofrece herramientas concretas, pero su efectividad depende de la voluntad política y la cooperación activa, especialmente en regiones altamente vulnerables como África y América Latina.
Hoy, mientras los suelos se degradan, los ecosistemas colapsan, la biodiversidad se reduce y aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero, también se debilitan las barreras naturales que nos protegen de pandemias como la Covid-19 y de fenómenos climáticos extremos. En este contexto, revertir la sequía y la desertificación no es una opción: es una necesidad urgente para la supervivencia del planeta.
“En el contexto de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, probablemente no hay un asunto más importante para todos como el de la tierra. Desde los alimentos que consumimos a la ropa que nos ponemos o las casas en que vivimos, todo proviene de los recursos del suelo. Con el fin de que nadie quede atrás, como se proclama en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, neutralizar la degradación de la tierra es un asunto prioritario para cubrir nuestras necesidades y lograr un desarrollo sostenible”, afirma la CNDH.