David Ordaz
Hace un año, en este espacio escribíamos sobre el necesario relevo generacional de la opinión en los medios de comunicación. En ese momento sostuve que personajes como Denise Dresser, Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, Leo Zuckerman, Lorenzo Meyer, Macario Schettino, Pablo Hiriart, Jorge G. Castañeda, Leonardo Curzio, Enrique Galván Ochoa, Julio Hernández López, Álvaro Delgado, Alejandro Páez Varela y tantos y tantos más, se habían convertido en voces ya muy “quemadas”.
Un año después, muchos de ellos siguen en una muy cómoda zona de confort opinativa, sin cambios relevantes en sus diagnósticos y análisis, sin embargo, hay varios nombres que han optado por la valentía de enfrentarse a poderes fácticos que siguen rigiendo en este país.
Como bien decíamos en ese momento y lo seguimos sosteniendo, más de uno crecimos con la visión de opinólogos, haciéndolas propias, con una voz interna que decía ‘tiene razón’, y admirándonos por el valor que tuvieron al decir lo que nadie se atrevía, encumbrándolos en el selecto grupo de la intelectualidad mexicana.
Pero como dice el dicho: “todo por servir se acaba” y hoy, nuestro país ha resistido giros de 180° y el mapa ha cambiado de colores, pasando de rojo a verde, azul, amarillo y guinda. Aún así, seguimos viendo, escuchando y leyendo las mismas opiniones que en el fondo creen tener la única verdad o la ‘verdad verdadera’.
Desde hace varios días hemos estado inmersos en un conflicto entre el empresario Ricardo Salinas Pliego y opinadoras como Denise Dresser, Vanessa Romero y Sabina Berman, a quienes se refirió como “perras” pagadas por el gobierno para criticarlo.

Esto ha desatado una ola de indignación en muchos sentidos. Incluso, el tema ha llegado a la conferencia mañanera de la presidenta, quien también entró en el conflicto declarativo.
Hay quien sostiene que el país no está polarizado y muestra de ello son los 36 millones de votos que consiguió quien será la próxima presidenta. Hay otros que sostienen que otros 20 millones no votaron por esa ‘continuidad’ y suman a otros 30 millones que siguen desinteresados.
Más allá de la idea maniquea de los buenos y los malos, la resaca política sigue encasillada en las mismas opiniones, con los mismos rostros y los mismos nombres.
Esos opinadores acomodaticios, un día (por no decir décadas) escribieron de los rojos, amarillos y azules, pero se beneficiaban de ellos con millonarios contratos para sus revistas, periódicos y programas de radio y televisión.
Repito. Ver, escuchar y leer a voces como Viridiana Ríos, Nayeli Roldán, Vanessa Romero, Luisa Cantú, Jimena Tolama, Alejandro Domínguez, entre otros, será un gran respiro y hoy responsabilidad de los medios de comunicación y los dueños que los controlan, a fin de visualizar esas opiniones, dándoles foro en estos tiempos tan necesarios y ante el ensimismamiento de tantos y tantos años de aquellos que siguen viendo razones para la duda, el fraude, la queja y la sospecha, solo porque ellos no lo querían o preveían.
Esperemos ir diciendo adiós a aquellas voces acostumbradas a alertar de riesgos políticos, económicos y sociales sin mayor prueba que la especulación. Esperemos ir diciendo adiós a empresarios que más allá de sus opiniones personales, se escudan en la “libertad de expresión” para criticar e internar humillar a quienes lo critican. Tanto que se quejó de Andrés Manuel López Obrador, que resultó igualito a él.