Edgar F. Garza Ancira
En un contexto global marcado por vaivenes económicos, el reciente anuncio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía representa un importante rayo de optimismo para México. Según los datos publicados, en el 2024, el número de personas en situación de pobreza multidimensional se redujo de 46.8 millones registrados en 2022 a 38.5 millones en 2024, es decir, 8.3 millones menos. Este logro refleja el impacto positivo de las políticas sociales y económicas en el bienestar de la población.
La reducción de la pobreza es un indicador clave de la recuperación económica. Un menor número de personas en situación de pobreza se traduce en mayor consumo interno y crecimiento productivo. La capacidad de compra de la población se incrementa, lo que estimula la economía y genera un círculo virtuoso de crecimiento.
Este avance es resultado de una estrategia clara. La disminución de la pobreza responde a políticas públicas estratégicas implementadas en los últimos años. Programas como Sembrando Vida, Pensiones para el Bienestar de Adultos Mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro han jugado un papel primordial al proporcionar transferencias directas y oportunidades de empleo, especialmente en regiones rurales y marginadas. Estas iniciativas han impulsado la inclusión financiera y el empoderamiento económico, permitiendo que hogares vulnerables accedan a recursos a los que antes no tenían.
De manera paralela, el incremento sostenido del salario mínimo real desde 2019, así como la moderación de la inflación, han mejorado el poder adquisitivo de los trabajadores. El fortalecimiento del ingreso familiar permite satisfacer necesidades básicas y genera efectos sociales relevantes. Por ejemplo: mejora los lazos comunitarios, reduce la incidencia de delitos asociados a la desesperación económica y promueve una mayor equidad de género, ya que gran parte de las beneficiarias de programas sociales son mujeres jefas de hogar.
El impacto también alcanza la cohesión social y la estabilidad política, elementos fundamentales para el atractivo de inversión extranjera. Una sociedad menos desigual es más estable y competitiva, lo cual fortalece la confianza en México como destino de capitales. Asimismo, al mejorar el ingreso de millones de hogares, se estimula el consumo en sectores clave como el comercio minorista, la agricultura y la manufactura, potenciando la recuperación nacional.
A pesar de lo anterior, el camino aún es largo. Es imperativo que el gobierno, sociedad civil y sector privado continúen trabajando en conjunto para consolidar estos avances y lograr una prosperidad compartida. Esto implica fortalecer las políticas sociales, fomentar la inversión productiva, impulsar la competitividad y generar empleos de calidad. La meta debe ser erradicar la pobreza extrema y reducir drásticamente la pobreza moderada, de manera que cada mexicano tenga la oportunidad de desarrollar su potencial al máximo.
Como nación, debemos celebrar estos avances, pero también asumir el compromiso de extenderlos a todos los rincones del país. Solo así podremos hablar de una verdadera transformación social que garantice derechos, oportunidades y justicia económica para todas y todos.