La ilusión del progreso: pobreza superada, movilidad estancada

Share

José M. Armenta Vargas

“Todo cambia, todo se transforma: todo sigue igual”: Monsiváis.

Recientemente, el INEGI dio a conocer que durante el sexenio pasado hubo en total 13.6 millones de mexicanos que salieron de la pobreza. Es un gran avance, pero el problema estructural sigue presente y desatendido. El indicador clave para disminuir la pobreza debe ser el índice de movilidad social, no una encuesta

En México, pareciera que “todo cambia, todo se transforma”, pero priorizando el discurso sobre los verdaderos cambios estructurales, termina en que “todo siga igual”.

La reducción de la pobreza implica superar una línea de ingresos o número de carencias sociales, algo bastante factible con transferencias o incrementando el salario mínimo, aunque frágil ante una inestabilidad o crisis económica. En cambio, el incremento de movilidad social implica mantener un entorno donde se fomente el bienestar, mediante educación de calidad, empleos formalesseguridad social capacidad de ahorro. Sin estos factores, solo se crea una mejora momentánea y volátil, no estructural. 

La tesitura de 2025 empieza a revelar su fragilidad: una caída anual de inversión fija de 7.1%, una caída de la actividad industrial de 0.8% y una caída semestral en la creación de empleos de 70.4% respecto al año pasado. Estos datos revelan qué tan fuerte es la reducción de la pobreza cuando es impulsada por los ingresos asistidos en lugar del crecimiento económico y una estrategia enfocada en el problema estructural.

La razón de que la clase media no creciera al ritmo de la reducción de pobreza se debe a que los mexicanos no pueden acceder al empleo formal, con seguro social y capacidad de ahorro. En México, la mitad de las personas que nacen en el 20% más pobre se quedan ahí de por vida; 28 de cada 100 solo logran avanzar un paso más, llegando al 40% más pobre: con un ingreso promedio de $10,600 pesos al mes por hogar. Sin empleos formales, los mexicanos no pueden avanzar al tramo de la clase media. Si naces con padres con educación primaria o menos, solo tendrías un 9% de posibilidades de tener estudios universitarios; con padres profesionales, un 63%. Sin una educación de calidad no tendrás un empleo formal

Sin un empleo formal, no le podrás dar a tu hijo una educación profesional y sin esta educación, tu nieto no tendrá un empleo formal. Siendo este el principal problema estructural que frena la movilidad social. Si no se fomenta la educación de calidad, no se consiguen empleos formales: sin estos, una clase media no se puede construir. Aunque eleves el salario mínimo, si no atacas el problema desde sus orígenes, el progreso es ilusorio.

La presidenta Sheinbaum sostiene que la reducción de la pobreza se basa en cuatro factores: el aumento del salario mínimo, la expansión de programas de bienestarobra pública estratégica y mayor inversión privada. Sin embargo, los datos muestran: una inversión fija en caída libre, un sector industrial estancado y una caída, no vista en más de 20 años, en la generación de empleo. No hay planes para impulsar la movilidad social, solo para incrementar el presupuesto de los programas del bienestar social.

Combatir la pobreza no es un mérito, es lo mínimo que se le debe exigir a nuestros gobernantes. El verdadero indicador de bienestar no es la reducción, sino la movilidad social sostenida. La disminución de la pobreza es una buena noticia, y mantenerse escéptico hacia esta es moralmente obligatorio. Queda aún camino por recorrer, el compromiso hacia los millones de mexicanos que salieron de la pobreza no debe terminar ahí, no regresar a la pobreza es lo que sigue. 

Un problema tan urgente como la pobreza en México no debe medirse a través de encuestas, sino con base en cuántos estudiantes son la primera generación de su familia en graduarse de la universidad y conseguir un trabajo formal y con afiliación a la seguridad social.