Luis Fernando Haro
México se ha consolidado como una potencia agroalimentaria reconocida a nivel mundial. Hoy somos el noveno exportador de alimentos del planeta y nuestras frutas, hortalizas, bebidas y cárnicos han conquistado paladares en distintos continentes.
Sin embargo, detrás de esta fortaleza hay una vulnerabilidad que no podemos seguir ignorando: más de 80 por ciento de nuestras exportaciones agroalimentarias tienen como destino Estados Unidos. En otras palabras, de cada diez dólares que México vende al mundo en alimentos, ocho dependen de la dinámica política, económica y regulatoria de un solo país.
La cercanía geográfica, el T-MEC y la infraestructura logística compartida han facilitado este grado de concentración. Pero esta dependencia también nos expone a riesgos crecientes: cuotas compensatorias como las aplicadas al tomate; restricciones sanitarias, como el cierre de frontera al ganado por el gusano barrenador; o nuevas regulaciones ambientales y de trazabilidad que pueden utilizarse como barreras no arancelarias. En un entorno global cada vez más incierto, apostar la estabilidad de millones de productores mexicanos a un solo mercado es una estrategia peligrosa.
El mundo, en cambio, abre oportunidades mucho más amplias. La Unión Europea importa más de 756 mil millones de dólares en alimentos cada año, con una preferencia creciente por productos diferenciados como miel, café, aguacate, cacao, tequila y mezcal, siempre que cumplan con los exigentes estándares de sostenibilidad y trazabilidad. Asia, con importaciones de 582 mil millones de dólares, es un mercado de gran dinamismo donde crece la demanda de proteína animal, granos, frutas tropicales y alimentos procesados, aunque la clave estará en la logística y en la armonización de protocolos sanitarios. Medio Oriente, con 190 mil millones de dólares en compras, ofrece espacio a cárnicos, lácteos en polvo, hortalizas e incluso dátiles procesados de origen mexicano, impulsado por su rápido crecimiento poblacional y su dependencia de las importaciones. Incluso África, con importaciones por 71.7 mil millones, representa un mercado emergente para alimentos básicos y de bajo costo donde México podría competir con fuerza.
Para capitalizar estas oportunidades, la tarea es clara: invertir en infraestructura portuaria y logística, consolidar esquemas de inocuidad y certificaciones, y apoyar a los productores en innovación y escalamiento, principalmente a los pequeños y medianos. México tiene ventajas inigualables: biodiversidad, capacidad productiva, tratados comerciales con más de 50 países y una reputación internacional de calidad.
En 1994, cuando inició la apertura comercial de México con el mundo, exportábamos alrededor de cuatro mil millones de dólares en alimentos. Al cierre de 2024 alcanzamos 54 mil 500 millones de dólares y un superávit en la balanza comercial agroalimentaria de más de siete mil 500 millones.
Es fundamental redefinir la estrategia de promoción de los productos agroalimentarios mexicanos: impulsar el movimiento “Hecho en México” dentro y fuera de nuestras fronteras; participar en ferias internacionales; realizar misiones comerciales a países estratégicos y, por qué no, pensar en organizar una exposición agroalimentaria que se celebre en México como sede.
Ratificar el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea y agilizar los protocolos fitosanitarios con los países asiáticos son acciones que impulsarían un mayor dinamismo y abrirían más oportunidades en otros mercados.
Diversificar no significa abandonar a Estados Unidos —un socio estratégico que seguirá siendo nuestro principal comprador—, sino construir un modelo más equilibrado y resiliente. Se trata de blindar al campo mexicano frente a riesgos externos y garantizar ingresos más estables para quienes producen nuestros alimentos.
Hoy, en un mundo interconectado y demandante de alimentos, México tiene la oportunidad histórica de dar el salto: de ser un exportador altamente concentrado a convertirse en una potencia agroalimentaria diversificada, competitiva y menos vulnerable. La decisión es nuestra: seguir dependiendo o atrevernos a crecer.
Director General del Consejo Nacional Agropecuario