Jaime Antonio Sánchez Duarte
Entre las múltiples exigencias que debemos plantear al gobierno de Claudia Sheinbaum, hay una que destaca por su urgencia y trascendencia: la inclusión de la segunda vuelta electoral en la próxima reforma político-electoral. Esta no es una demanda técnica ni coyuntural. Es una exigencia histórica, vital para el futuro de nuestros hijos y para la salud democrática de México.
He sido testigo de reformas de distinta magnitud. Las que realmente han transformado al país han sido aquellas centradas en propuestas sustanciales, capaces de generar efectos duraderos en la vida social, económica e institucional. Hoy, tras una reforma judicial fallida y una sobre-representación legislativa que ha debilitado a las minorías, enfrentamos un escenario preocupante: el poder ejecutivo federal domina 28 estados, el Congreso y el Poder Judicial. Carecemos de contrapesos efectivos.
Pero no todo está perdido. La esperanza mexicana no es ingenua ni pasiva. Es una fuerza vital que ha resistido desastres sociales, económicos y naturales. No creemos en el suicidio colectivo. Creemos en la reconstrucción.
Durante el periodo del desarrollo estabilizador —el llamado milagro mexicano— el país creció al 7 por ciento anual y los ingresos populares también aumentaron. Sin embargo, el PRI desperdició la oportunidad de fortalecer la ruta democrática. El éxito económico obnubiló la visión política y afianzó el autoritarismo. Más adelante, el periodo neoliberal priorizó la apertura económica, descuidando el tejido democrático y profundizando la desigualdad. El PAN también falló: Fox y Calderón no consolidaron una democracia efectiva, y la corrupción resurgió tras haber sido contenida durante el milagro mexicano.
Durante décadas, el PRI moldeó una democracia centralista e hiperpresidencialista con débiles contrapesos. La llamada Cuarta Transformación ha heredado y profundizado esa cultura política, con decisiones caprichosas y costos sociales y económicos altísimos. No obstante, hay que reconocer dos aciertos: el aumento del salario mínimo sin efectos inflacionarios directos, y la mejora en la recaudación fiscal sin reformas estructurales ni impactos negativos en la inversión. Ambos logros desmienten dogmas neoliberales que frenaron el bienestar popular durante décadas.
El poder adquisitivo del salario creció 180 por ciento durante el milagro mexicano, pero cayó 80 por ciento en la era neoliberal. Morena capitalizó ese descontento social y ganó con una mayoría que ha derivado en intolerancia y exclusión. Y ahí está el problema: gobernar sin legitimidad plena.
La participación electoral no mejora. La abstención creció en la elección de Claudia Sheinbaum. En elecciones locales, la votación sigue disminuyendo. Ciudadanos desencantados aceptan como inevitable el dominio de Morena, sostenido por el clientelismo de sus programas asistenciales, el usufructo del poder político y el uso discrecional de sus capacidades legales, reforzadas por su influencia en el Poder Judicial.
¿POR QUÉ LA SEGUNDA VUELTA?
La segunda vuelta electoral no es una moda ni una ocurrencia. Es una herramienta probada en democracias que buscan legitimidad, inclusión y gobernabilidad. Permite que el presidente y los legisladores electos cuenten con el respaldo de la mayoría efectiva, no solo de una fracción del electorado.
* Corrige mayorías insuficientes y excluyentes, dando a los votantes una segunda oportunidad para reorganizarse, construir consensos y elegir con mayor claridad.
* Fortalece los contrapesos, al obligar a los candidatos a negociar, incluir y representar a más sectores sociales.
* Promueve coaliciones programáticas —no solo electorales— que pueden traducirse en políticas públicas más estables y legítimas.
* Evita la fragmentación del voto, que en sistemas de mayoría simple puede llevar al poder a candidatos con apenas un tercio del respaldo ciudadano.
Países como Chile, Uruguay y Costa Rica han demostrado que la segunda vuelta, acompañada de instituciones sólidas y cultura democrática, mejora el desempeño político y económico. En contraste, México, Venezuela y Nicaragua muestran los riesgos de sistemas sin mecanismos de corrección democrática.
Un llamado urgente
La segunda vuelta electoral es necesaria y estratégica para reconstruir la democracia en México. Puede inducir y facilitar la construcción de una alianza electoral que contenga y elimine el autoritarismo de Morena y su Cuarta Transformación, que prácticamente nada ha transformado. La corrupción y la inseguridad campean en el territorio nacional. El crecimiento económico es mediocre. La democracia está en riesgo.
Invito a mis amigos, a sus familias, y a todas las organizaciones civiles y políticas comprometidas con el futuro de México, a difundir esta propuesta. La reforma electoral que se avecina no debe ser una regresión autoritaria. Debe ser una oportunidad para reconstruir nuestras instituciones, recuperar la legitimidad democrática y ofrecer a las próximas generaciones un país con futuro.
ES PRIMORDIAL PROMOVER Y EXIGIR LA SEGUNDA VUELTA ELECTORAL.