Julián Andrade
Una de las consecuencias de encargar tareas civiles a las fuerzas armadas es que se les expone a mayores niveles de corrupción. Es lo que al parecer ocurrió con los hermanos Manuel y Fernando Farías Laguna, el primero en reclusión y el segundo prófugo de la justicia. Los marinos, contralmirante y vicealmirante, usaron su poder e influencias dentro de la Marina Armada, para construir un negocio ilegal del que estamos conociendo las consecuencias.
Este caso no es una herencia del pasado, sino una historia que se desarrolló desde la administración pasada y que estalló, ya de modo incontenible, en este periodo de gobierno y que no se puede disociar de la determinación de encargarle a la Secretaría de Marina el control de las Aduanas.
Los mandos de la Marina Armada, de acuerdo con las autoridades, lidereaban el negocio del huachicol fiscal.
Es un golpe duro para una de las instituciones que cuenta con mayor prestigio, y que a lo largo de las últimas décadas fue adquiriendo capacidades operativas de muy alto nivel en el combate al crimen organizado.
¿Hasta dónde llegarán las complicidades? Es difícil saberlo, ya que todavía se requiere de una ardua investigación, pero esto no será obstáculo para que se desaten toda una serie de especulaciones y se elaboren organigramas de componendas.
Por regla general, este tipo de situaciones suele quedarse donde ahora se está: en las fechorías de dos mandos corruptos que actuaron a espalda de sus superiores.
Esto es así, porque las estructuras criminales cuentan con los escudos suficientes para evitar que las cosas escales y puedan significar problemas para la organización. Los bandidos saben las reglas del juego y en pocas ocasiones las rompen, porque peligraría su propia vida.
En lo que respecta a la Marina Armada, se está actuando de la forma correcta, aceptando dos mandos muy importantes eran también los jefes de las bandas criminales y actuando para buscar el castigo de los responsables de una trama que tienen, por ahora, un pronóstico más que reservado.
Al mismo tiempo, en términos de imagen, la Marina Armada tendrá que hacer un gran trabajo para delimitar la crisis y para ir reparando, en el terreno del mensaje, las explicaciones que permitan generar confianza.
No es la primera vez que se la tienen que ver con materia tan explosiva, en 1990, el entonces secretario de Marina, Mauricio Scheleske se vio forzado a renunciar por las sospechas que existían sobre malos manejos y contrataciones dudosas.
Su salida de la institución generó problemas y daños, pero nada comparado con lo que habría ocurrido se no se hubiera actuado con presteza.
La caída de los hermanos Farías Laguna puede ser propicia para toda un a recapitulación sobre las tareas que están realizado los marinos y los tramos de control y auditoría que deben establecerse como una política de carácter preventivo.