Mario Campos
El conflicto mediático más importante del sexenio de Claudia Sheinbaum está cocinándose frente a nuestros ojos. Se trata de la guerra de narrativas alrededor de Ricardo Salinas Pliego. Una batalla que tiene dos relatos en disputa. El primero es el oficial, que plantea que Ricardo Salinas es un evasor fiscal que ha gozado de la protección del viejo Poder Judicial que le permitió operar sin tener que pagar sus deudas con Hacienda.
Desde esta narrativa, la actuación del Estado en contra del empresario tendría un triple efecto: le permitiría afirmar que con el nuevo sistema se acabaron los privilegios; mostraría su caso como un acto de justicia social, en el que los recursos recuperados podrían servir para la población; y el más importante, tendría un efecto manotazo. El equivalente de las detenciones de Elba Esther Gordillo, Raúl Salinas de Gortari o La Quina, en sus respectivos sexenios; una demostración de fuerza que mandaría un mensaje al resto de la clase política y empresarial.
Frente a esto, Ricardo Salinas ha tenido dos ventajas: sabe lo que viene y ha tenido tiempo para construir su estrategia de respuesta, de ahí que en los últimos meses hayamos visto su fuga hacia adelante.
En estas semanas ha dado entrevistas como opositor, ha anunciado la creación de un movimiento político, ha sido objeto de columnas políticas y hasta ha usado la pantalla de sus canales para lanzar una especie de contra grito de Independencia, apenas unas horas antes de la ceremonia oficial.
Ricardo Salinas ha desarrollado una estrategia de comunicación para que la cabeza de las notas —dentro o fuera de México— sea que un empresario opositor, no un evasor fiscal, es perseguido por el Gobierno de México.
Frente al argumento de la legalidad, Ricardo Salinas planteará el de la represión; en vez de la justicia social, hablará de dictadura. El desenlace de esta historia es importante y va más allá de las personas directamente involucradas. Se trata de la cabeza de un grupo empresarial que tiene inversiones en áreas tan sensibles como una afore y un banco.
Salinas Pliego es dueño de una empresa de televisión con canales de alcance nacional; conductores importantes de sus noticieros tienen presencia en otras empresas de medios, y su capital financiero y político puede representar un desafío para la instalación de la narrativa oficial.
Salvo que algo cambie en las siguientes semanas, el conflicto está cantado; de su desenlace dependerá la imagen del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Habrá por eso que estar muy atentos a las semanas por venir.