La banalización de la justicia

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José Roldán Xopa

Empleo “banalización” en su significado de convertir algo que es serio en algo que se resta importancia, en algo banal.

Cuando quien accede al cargo de juzgador afirma en audiencia pública que “el silencio podrá ser usado en contra del procesado”, se banaliza la justicia. Aún si se tratara de un desliz verbal, implica una expresión irreflexiva, descuidada. La importancia de una garantía fundamental del debido proceso es banalizada en el descuido de la construcción verbal que a la vez es una indolencia del pensamiento.

Si la expresión anterior fue dicha conscientemente, expresa un problema mayor que no debemos banalizar desde la crítica. No es un meme. Muestra desconocimiento elemental del derecho y configura la ineptitud para desempeñar el cargo de juzgador.

Al caso descrito se suman cotidianamente casos que muestran las carencias de personas que han accedido por medio del voto. Que los juzgadores distingan entre interés legítimo e interés jurídico o que de plano solamente se presenten a votar en las audiencias sin discutir los asuntos, son muestras (y eso tiene un gran valor) de un problema causado por el propio sistema de integración judicial: prescindir del mérito para acceder a la función.

La aparente legitimidad de la elección no equivale a contar con las capacidades para ser juzgadorJuzgar es una función estatal de la mayor importancia que significa tratar conflictos teniendo en el derecho su instrumento básico; juzgar no es recurrir a un “sentimiento” de aquello que parece correcto; juzgar tampoco es decidir en contra de los “enemigos”. Cuando alguien desde una función judicial expresa que se negó el amparo porque los quejosos usaron “una ley neoliberal”, se sitúa en el terreno de la militancia política y de la posición ideológica, pero abdica de la función de juzgar.

Tanto la falta de conocimientos y capacidades para juzgar, como la decisión desde la ideología y la militancia política, son efectos perversos de un sistema de integración que politiza y partidiza la selección de juzgadores. Ambos extremos muestran el fracaso de la reforma judicial. Un fracaso muy temprano de la justicia en su sentido no banal.

La reforma judicial nace en la banalización.