Laura Quintero
Patricia Ortiz es una joven de 28 años que estudió Administración de Empresas, pero sólo ejerció un par de años como cajera, después optó por la informalidad.
“Me costó mucho encontrar trabajo, nadie me contrataba porque no tenía experiencia, y cuando me contrataron, lo que me pagaban era muy poco, mis papás se dedican al comercio y mejor opté por trabajar con ellos”, comentó Ortiz a La Silla Rota.
Así como Patricia, en México los jóvenes enfrentan un panorama laboral marcado por la falta de oportunidades formales y la precariedad.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al cierre del tercer trimestre del año la tasa de desocupación juvenil (15 a 29 años) fue de 4.8%, casi el doble de la tasa nacional (2.7%).
El Inegi reporta que además de que el desempleo es más alto entre los jóvenes, también lo es la informalidad laboral, pues el 58.8% se emplea en la informalidad, por encima del promedio nacional de 54.8%. Esto significa que casi seis de cada diez jóvenes laboran sin prestaciones, sin seguridad social y sin acceso a un fondo de retiro.
“Las empresas prefieren contratar personas con experiencia, ahí es donde los jóvenes entran en desventaja, lo malo es que salen de la escuela y si no trabajan, ¿qué hacen?, pierden esos años de experiencia, que a la larga puede generar una disminución en la productividad y un incremento en la inseguridad”, comentó Gabriela Siller, directora de análisis económico de Banco Base.
Ángel Cortés es otro joven que tras ser despedido de su trabajo, en donde se desempeñaba como redactor, ahora se emplea en la informalidad, como paseador de perros,
“La verdad la situación laboral está muy difícil, tampoco ganaba lo suficiente como redactor, y sí me demandaba muchas horas al día, ahora que sólo me dedico a pasear perros; saco lo mismo que antes o a veces un poco más”, comenta Ángel, quien reconoce que es importante la seguridad social que da un empleo formal, pero lamenta que los salarios sean tan bajos.
Contexto: Las personas jóvenes se encuentran principalmente en empleos de baja calidad, sin prestaciones, o sin vinculación alguna con el mundo laboral. Esta situación limita sus perspectivas de desarrollo profesional, estabilidad económica y acceso a derechos laborales básicos.
Según datos del Inegi, los jóvenes de 15 a 29 años constituyen el 23.3 % de la población total, pero sólo 52.3 % se encontraban económicamente activos, es decir, 15.9 millones, de los cuales cerca de 800 mil no tiene un empleo.

Un reto estructural para el país
Los niveles de desempleo e informalidad juvenil no sólo reflejan la fragilidad del mercado laboral, sino que también anticipan riesgos a futuro, como una pérdida de productividad, menores ingresos fiscales y mayor desigualdad.
Patricia Ortiz comentó que para ella y su familia fue un esfuerzo que ella estudiara la licenciatura, y aunque no se arrepiente, reconoce que con ella no pudo acceder a la movilidad social.
“Yo pensaba que tener estudios me iba a dar más oportunidades, pero no fue así, y tampoco soy la única, algunos de mis primas también estudiaron y tampoco ejercen”, comentó Patricia.
Además, falta de acceso a empleos formales limita las posibilidades de los jóvenes para cotizar en el sistema de pensiones o acceder a créditos de vivienda, lo que agrava las brechas socioeconómicas.
“Estos datos muestran una tendencia persistente en el país: la dificultad de los jóvenes para acceder a empleos estables y bien remunerados. En contraste, quienes sí logran insertarse al mercado laboral lo hacen mayoritariamente en condiciones de precariedad”, comentó Rogelio Gómez, presidente ejecutivo de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.
Los expertos comentan que este fenómeno se debe a múltiples factores, entre ellos la falta de experiencia laboral, la rotación constante de empleo, la escasez de políticas públicas efectivas de inserción laboral y la débil conexión entre los sistemas educativos y el mercado de trabajo.

Pobreza se agudiza en los jóvenes
De acuerdo con la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, el rezago que tienen los jóvenes en materia laboral, produce un efecto acumulativo que va deteriorando las posibilidades de que este sector acceda a empleos dignos y condena a muchos de ellos a la pobreza.
Rogelio Gómez destaca que la falta de oportunidades laborales, hace que el 31% de las personas de entre 15 y 29 años vive en pobreza, es decir, casi 12 millones.
“La falta de políticas que mejoren el mercado laboral en México, hará que los jóvenes sean la generación más empobrecida. Lo que vemos es que cada vez menos pueden comprar una casa, no tienen capacidad de ahorro, sus salarios son bajos y muchos ni siquiera tienen seguridad social”, comentó Héctor Magaña, coordinador del Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tec de Monterrey.

