“Ataques de AMLO a periodistas mostraron malignidad del poder”: Ciro

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Roberto Rock L.

En unas semanas se cumplirán tres años de aquella noche del 15 de de diciembre de 2022 en que una motocicleta con dos tripulantes, uno de ellos un pistolero, alcanzó la camioneta en que viajaba rumbo a su casa Ciro Gómez Leyva; a plena velocidad, le disparó nueve veces, primero de costado, luego de frente. El atentado estaba dirigido al periodista más importante de la radio del país; el más denostado quizá por el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, quien durante su gestión lo agraviaría 394 ocasiones, 156 sólo en su último año (tres veces por semana, en promedio).

Gracias a que su vehículo estaba blindado -y a que los agresores lo ignoraban-, fracasó el ataque más importante a un periodista mexicano de los últimas cuatro décadas. Luego de esos tres años, Gómez Leyva hizo un balance de hechos, sentimientos y reflexiones en la forma de un libro (“No me pudiste matar”, Planeta) que pone una mirada ácida sobre López Obrador, al que no menciona nunca por su nombre, otorgándole apenas el pronombre de “Él”.

Luego de vivir dos años bajo la mirada de una docena de escoltas, se mudó -en los hechos, un autoexilio- a Madrid, España.

Desde allá La Silla Rota sostuvo una conversación virtual con e conductor de “Ciro por la mañana”, la extensa emisión radiofónica matutina que, mes con mes, durante 70 ciclos seguidos, fue la más seguida durante el sexenio López Obrador. La charla cursó lo mismo por el atentado que por el acoso político y fiscal al que estuvo sometido desde el gobierno, al grado de considerar un plan extremo en caso de caer a la cárcel. Lo diseñó en un equipo de cuatro amigos, con documentos con arma de defensa.  No otorgó detalles del mismo, pero apuntó:  “Nunca pensé en presentarme como una víctima”.

Durante la entrevista rechazó en varios momentos ser “anti4T”, y dijo incluso reconocerle méritos, lo mismo que cuestionarle rezagos. A López Obrador lo acusó de mostrar en sus ataques contra los periodistas “malignidad desde el poder, malignidad del poderoso, malignidad del que sabe que es mucho más fuerte que tú. Y creo que para él,  lo que pasara con el otro (incluso su atentado) lo tenían absolutamente sin cuidado”.

Negó abrigar odio hacia López Obrador, lo que no obstó para que en su libro lo retrate en el último día de su gobierno como un personaje “avejentado, panzón, cojo…”. O que rescate, validada por la protagonista, una anécdota en la que, ante la trágica muerte de Rafael Moreno Valle y su esposa Marta Erika, gobernadora de Puebla, el intento del chiapaneco “mandadero” Manuel Velasco para establecer una llamada telefónica de sus deudos con el entonces mandatario, fue atajado por la madre del político panista con una frase lapidaria: “A la chingada el Presidente”.

Fragmentos principales de la entrevista:

RRL: Más allá de lo expuesto en tu libro;  de las declaraciones de El Bart, que es quien dispara en contra tuya; más allá de “El Patrón”, quien se lo ordena ¿existen novedades adicionales? En particular creo que el móvil no ha quedado claro. 

CGL:  Hay vacíos de información que yo no sé cómo se llenan. Los testigos cambiaron su declaración en el lapso de un año, en aspectos tan concretos como si sabían o no que la camioneta en la que yo viajaba estaba blindada. ¿A quién creerle? Sobre el móvil, yo anoto en el libro cuatro hipótesis: La primera es la personal, y establezco por qué la descarto. La segunda, el ambiente político enrarecido, el contexto. El “cagadero”, como lo nombró un amigo. La tercera es alguien al que no le gustó nuestro trabajo y quiso saldar el agravio. Y la cuarta, que fue el poder; el régimen el que me trató de matar. He repasado las cuatro hipótesis. Y mira que se van a cumplir tres años. Pero no encuentro en ninguna una respuesta que me deje medianamente satisfecho, ni como reportero, ni como persona, a las dos preguntas esenciales. ¿Quién fue? y ¿por qué?

RRL: Preguntaría sobre una cuarta hipótesis. La de atentado deliberadamente fallido que busca enviar un mensaje hacia destinatarios no determinados… 

CGL: Se que hay personas que piensan así. Pero me dispararon a la cabeza, a un metro de distancia. ¿Qué otro mensaje pueda ser, sino que me querían matar?

RRL: He recogido comentarios de políticos y policías asegurando que en tu espacio noticioso hubo una cobertura sobre la familia de “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación.  Que incluso se les hizo a ti y a tu equipo una advertencia por ello. ¿Así fue? 

CGL:  A ver, sí hubo una cobertura de un hecho, tú la debes recordar, en que “levantaron” a un marino y a una mujer de la Marina en una plaza comercial en Zapopan. Marina difundió un comunicado sobre ello, aludiendo que los autores de ese secuestro habían sido familiares de “El Mencho”. Nosotros transmitimos ese comunicado, pero también otros muchos medios. Según declararon algunos de los sicarios, les indicaron que esa sería la razón por la cual “El Mencho” me quería matar. Pienso que es muy poco verosímil. Pero personas de la Policía me dijeron que a veces estos tipos se quedan con lo que ven. Y en una de esas, la nota nuestra fue lo que le llegó a los jefes del cártel Jalisco de nuestro programa. Pero nunca hubo una reacción, un reclamo.  

RRL: En tu libro te asumes sobreviviente en varios aspectos; el más crudo, el atentado contra tu vida. Pero también sobreviviste, profesional y personalmentre, como ser humano, a los numerosos ataques lanzados contra ti desde las conferencias mañaneras del entonces presidente López Obrador. En el libro lo aludes incluso solamente como “Él”, nunca por su nombre.  Y de pronto llegamos al momento en que al aire sueltas la dura frase de: «A un amigo no se le dispara a la cabeza», en los últimos días del sexenio López Obrador.

CGL: La última palabra siempre la tiene el lector. Si tú estás leyendo en eso odio, algo debe tener. Pero estás tocando varios puntos. Comenzaría con el de “a un amigo no se le dispara en la cabeza”. Lo explico en el libro. Fue una nueva ofensiva del “observador” (AMLO) ya cerca del final de su sexenio y yo exploté, yo estaba en vivo en el programa de radio;  me había fijado el criterio de no tejer conjeturas de que él había sido el autor intelectual del atentado, si no tenía hechos. Esa mañana me perdí, me enojé, me equivoqué, y al día siguiente me disculpé. Entonces hay una parte humana. Después yo traté dentro de lo posible de ser cuidadoso.

Foto: Roberto Rock L. / La Silla Rota

Cuando digo “no me pudiste matar”, y aquí me refiero a la parte política, lo tengo que expresar en plural, porque no fue solo conmigo, fue contigo, fue con muchos otros periodistas y muchos otros medios. López Obrador tuvo la estrategia de descalificarnos. Algunos más que otros, pero nos descalificó a muchos. ¿Para qué? Para dañar prestigio, dañar credibilidad, para enemistarnos con mucha gente. Y creo que ese objetivo en ciertos sectores de la sociedad lo logró.

Pero no nos pudo eliminar del todo. Eliminar del todo era habernos sacado del camino, de la carretera, del trabajo periodístico. Por eso digo, no nos pudo matar. Yo no digo que no nos haya dejado malheridos ¿eh?, lastimados, tocados, en la parte político-profesional. Pero también digo, y lo digo muchas veces, yo no puedo enganchar esa ofensiva, esa estrategia política-profesional con los disparos. (La de López Obrador)  era una estrategia para minar, para debilitar, para desactivar. Y yo digo, había mucha malignidad, malignidad desde el poder, malignidad del poderoso, malignidad del que sabe que es mucho más fuerte que tú. Y creo que para él,  lo que pasara con el otro lo tenían absolutamente sin cuidado.

RRL: Sugieres que López Obrador, en su foro interno, no se hubiera sentido afectado si el atentado en tu contra se hubiera realmente consumado. 

CGL. Yo digo que, una persona tan insensible como él, no creo que se hubiera perturbado mínimamente si yo hubiera muerto. Siempre y cuando no le cargaran la muerte a él ¿no? 

RRL:  Sin embargo, refieres en el libro que Epigmenio Ibarra comentó al aire que ello hubiera sido un golpe brutal para López Obrador, que hubiera cambiado la historia de su gobierno…

CGL: Una cosa es si me hubiera hecho pedazos, como creo que lo intentó con una persecución fiscal o desmoralizándome; o que me hubiera convertido en un tipo que no podía poner un pie en la calle, porque llegaba la gente y me agredía, eso yo no creo que le hubiera importado nada. Ahora, que me hubieran disparado, que me hubieran tratado de matar y todo el ruido que se hizo a partir de eso… Creo que, como la noticia   tomó fuerza, tuvo un gran revuelo en las redes sociales, trascendió por algunas horas las fronteras… Lo que le preocupaba no era lo que me fuera a pasar, lo que le preocupaba era cómo se lo estaban cargando. El hashtag de “AMLO asesino”…, pues eso sí le pudo haber preocupado.

Periodismo y polarización 

RRL: En esta coyuntura de tanta polarización política y social, hay colegas y medios que deciden ser parte de uno de los polos; asumen que las medias tintas no funcionan ante un público que toma partido. Tú has sido considerado un crítico muy duro de la 4T, pero en tus espacios cuentas con voces bajo miradas diversas y aun contrapuestas entre sí, plurales. ¿Cuál debe ser la posición del periodismo ante este panorama? 

CGL: A ver, yo no me considero una persona anti 4T. Yo comparto y acompaño en general, muy en general, su política social, sus programas del bienestar… Yo celebro lo que hicieron para levantar los salarios mínimos en este país y puedo reconocer varias cosas. Hay muchas otras que puedo cuestionar. En el sexenio pasado observé fundamentalmente todo lo que no hicieron, en materia de seguridad, salud pública, en fin, muchas cosas. Creo que es es legítimo quien quiera hacer su trabajo periodístico desde uno de los polos. Llevo un año viviendo por acá en España y veo los los noticieros ¡qué cosa! Primero ¡qué bien hechos; qué buenos trabajos! Pero dependiendo de la cadena que veas, se plantan en una posición política y hacen claramente la cobertura desde esa posición. Y digo, estoy en Europa, en la Europa democrática, en la Europa avanzada. Excelentes programas, excelentes coberturas, los reporteros hacen sus trabajos muy bien. Luego los conductores…, casi te podría decir con respeto a los españoles, pero hacen periodismo de facción. Y estamos hablando de los medios grandes. 
Yo creo en otra cosa, yo creo en el registro, en el procesamiento y en la presentación de la información y de los hechos ¿no? Que en ocasiones te lleva, por supuesto, a confrontación con unos o con otros. A lo mejor ya mi criterio, mi categorización está un poco pasada de moda y la tengo que adecuar, pero yo sigo creyendo en ese estilo de hacer el trabajo informativo. 

RRL: Hablas en entrevistas sobre tu libro, que llegaste a pensar en un plan desesperado bajo el acoso fiscal y político en tu contra, más el impacto del atentado. Y  aludes a un plan extremo, se diría. ¿Qué debemos entender por eso?

CGL: Estaba el acoso fiscal, claro. Había llegado a un acuerdo conclusivo con la autoridad fiscal, que no se aplicaba por las prórrogas que estaba pidiendo el SAT. Y de repente el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, me llama y me dice “¿qué crees? el SAT turnó tu expediente a la Procuraduría Fiscal. Esto se puede convertir en un asunto de cárcel”. 
Y lo cuento en el libro:  Yo me preparé anímica, familiar, profesional, económicamente, para enfrentar la cárcel y todo lo que eso pudiera traer de desprestigio. Y dije, yo no voy a declararme perseguido político. Qué flojera ¿no? Todo el mundo se hubiera reído de mí. Pero tampoco se las voy a dejar (fácil)… Hay dos o tres personas, tú conoces a alguna; en realidad fueron cuatro personas que saben lo que tenía pensado hacer en caso de que dieran el siguiente paso. Les compartí documentos; teníamos toda una idea de cómo se iba a comunicar. Y yo digo en el libro: No sé si me hubiera atrevido a hacerlo, porque ni avanzó la Procuraduría Fiscal, ni me congelaron cuentas, ni nada. Lo único que hizo el SAT fue alargar y alargar la auditoría para que saliera lo más caro que se pudiera. Pero si no ocurrió, pues yo no tuve que tomar ninguna acción. Yo me pregunto ¿me hubiera atrevido a hacerlo? Fue en el lejano inicio del 2022, van a ser ya cuatro años de eso.

RRL:  ¿Qué hay del aspecto personal? En tu libro ubicas al periodismo como una especie de bálsamo luego del atentado. Pero ¿qué pasa con la familia, con la pareja, con tu hijo, que te permitieron también sobrevivir, no?¿Cuál ha sido ese camino para encontrar, dices tú, la sanación? 

CGL: Yo hablo de sanación, y finalmente es el deseo de seguir viviendo o no. De entender tu momento de vida. Si el atentado hubiera sido en 1998, antes de que “El Universal” me mandara a cubrir la gira del Papa a Cuba, quién sabe cuál hubiera sido mi reacción y cómo habría sido mi vida. Pero a mí me dispararon cuando tenía sesenta y cinco años. Y yo dije ¿cuántos buenos años de vida me pueden quedar antes de llegar a la decrepitud? ¿Cuántos? Siete, ocho, doce, quince, si tengo mucha suerte. 
Los quiero vivir bien, quiero regalarme y quiero regalarle a los míos, a mis seres queridos, a los más cercanos, a mis amigos, a mis compañeros, al público si se puede, un buen epílogo de vida. Fijando muy bien tus prioridades de momento de vida en este momento, en este otoño, con la mayor generosidad humana que se pueda dentro de todas las cosas que tenemos, pero con la mayor generosidad y con el mayor deseo de seguir viviendo y de tratar de hacer que la vida sea un poquito mejor para uno y para los para los tuyos.  
Pero en esos aspectos,  para la familia,  la pareja, los hijos, es duro, sobre todo cuando te reconoce la gente en las calles. Para algunas personas te conviertes en símbolo de oprobio, para otras un poco en símbolo de heroísmo. Le significas una enorme carga a los tuyos. No se las compliques más. Por eso, yo soy un ultra en una sola cosa: un ultra de mi vida privada.

RRL: ¿Eso explica la mudanza a Madrid? 

CGL: La mudanza a Madrid es una combinación de factores, y uno de ellos es recuperarme, reponerme, terminar de tomar distancia, tomar oxígeno, recuperar espacios que perdí en México, como es el poder moverme sin una escolta, y con la idea de vivir una temporada fuera de México. No sé cuánto tiempo,  ya llevo más de un año Creo que cuando menos me voy a quedar el próximo año. O  a lo mejor me quedo varios más. O regreso a México.

RRL: ¿Hay un México diferente a los ojos tuyos a ocho mil kilómetros de distancia? 

CGL: Sí, sí. También tengo más tiempo para observar, tengo más tiempo para reflexionar. Y una distancia que te permite calibrar las cosas de otra manera. Yo soy mexicano, yo amo a mi patria, me duele mucho mi patria. Amo la luz de mi patria, pero evidentemente hay un cambio de perspectiva y, aunque no quieras, en la comparación con otras realidades. Duele mucho más todo lo que hemos perdido en calidad de vida cotidiana en el país. Y al mismo tiempo, la fuerza que tiene México, el movimiento de México, esa adrenalina de México es incomparable. Son las dos cosas para este mexicano que no dejará de ser mexicano. Y que probablemente al rato esté de regreso, viviendo en su patria que tanto ama y que tanto le duele.