El nuevo rostro del poder: imagen, redes y narrativa política en México

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Ulises Castellanos

En la política mexicana actual, la imagen ya no es un accesorio: es el mensaje mismo. Las redes sociales transformaron la comunicación de los líderes, empujándolos a mostrarse cercanos, auténticos y “humanos”, pero también los colocaron bajo un escrutinio constante. 

Hoy, el político no solo debe construir un discurso, sino también una narrativa visual y emocional que conecte con una ciudadanía cansada del protocolo y del lenguaje vacío.

La fotografía de campaña, el tono en cámara o un gesto improvisado valen más que un párrafo entero. En esta nueva era, la imagen no solo comunica, sino que define la credibilidad. Lo que antes se gestionaba en spots televisivos hoy se decide en segundos a través de un reel o un post. La política mexicana enfrenta así un desafío: mantener la seriedad institucional sin perder el pulso de la inmediatez digital.

Retos actuales

Autenticidad versus estrategia. El riesgo de parecer fabricado o ensayado puede erosionar la confianza pública, pero mostrarse sin filtro también puede costar caro.

La sobreexposición. Un exceso de presencia digital genera desgaste; cada aparición implica un riesgo de mensaje malinterpretado o convertido en meme.

Desinformación y manipulación visual. Los deepfakes, los montajes y las campañas de difamación visual exigen nuevas estrategias éticas y tecnológicas.

Desigualdad digital. No todos los políticos ni todas las regiones cuentan con los mismos recursos para construir o sostener una narrativa digital efectiva.

Caminos y soluciones

Profesionalizar la comunicación política. Asumir que el manejo de imagen requiere equipos interdisciplinarios: comunicadores, fotógrafos, analistas digitales y estrategas narrativos.

Capacitación constante. La alfabetización digital debe ser parte de la formación de todo servidor público; no se trata de aprender a usar redes, sino de aprender a comunicar con responsabilidad.

Coherencia ética. La imagen debe alinear forma y fondo. Un discurso austero no puede sostenerse frente a una escenografía de lujo, ni una narrativa de cercanía con una actitud de distancia.

Escucha activa. Las redes no solo sirven para emitir mensajes, sino para leer el pulso social. Escuchar es también una forma de construir imagen.

El futuro de la política mexicana dependerá de su capacidad para integrar narrativa, ética y tecnología. La imagen, más que un espejo, se ha convertido en un territorio de disputa simbólica. En tiempos de pantallas, el verdadero desafío no es verse bien, sino ser creíble.