Petróleo o progreso: la disyuntiva que frena México

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José M. Armenta Vargas

México sigue atrapado en una obsesión que no lo deja progresar. El resto del mundo avanza y se empeña en el desarrollo de nuevas ideas: los microchips, la inteligencia artificial y las energías limpias renovables, mientras en el país se alimentan las esperanzas de progreso con barriles de crudo y refinerías. Pemex arrastra el título de “una de las empresas más endeudadas del mundo” y, a pesar de ello, seguimos empeñados en sostenerla. En un mundo donde los semiconductores son el nuevo petróleo y las energías renovables el objetivo, seguimos apostándole a la materia prima del siglo pasado.

La obsesión por el petróleo es la mayor ancla al crecimiento económico. Se habrá podido reducir la carga fiscal de Pemex en los últimos años, pero el modelo de negocio sigue siendo el mismo que ocasionó la deuda. Dos Bocas es el ejemplo perfecto: tuvo un sobrecosto de 150% y sigue sin operar como se planeó. Es dinero que se ha invertido en un activo que no es capaz de recuperarlo. 

Aun con la delicada situación financiera de Pemex, se destinan sumas millonarias para enviar combustible subsidiado a Cuba. Solo entre mayo y junio de 2025, se registraron 39 embarcaciones con un valor de 15,500 millones de pesos. Pemex no puede ni sostenerse y aun así se enfoca en subsidiar un país que no le trae beneficio alguno a México.

Cuando no es la mala gestión, es la corrupción. El más reciente escándalo de “huachicol fiscal” dejó al SAT sin recaudar 550,000 millones de pesos en tres años por contrabando y fraudes aduaneros, y a Pemex perdiendo mercado frente a la gasolina del huachicol, que no paga impuestos y, por lo tanto, es más barata. El dinero que pudo haber sido usado para exploración y extracción termina disipándose en una red de corrupción que obliga a quienes lo causaron a seguir financiando el rescate de Pemex.

El mundo sigue evolucionando. Ahora la industria considerada “el nuevo petróleo” es la de los semiconductores, que alcanzará los 12,800 millones de pesos para el 2025, impulsada por el auge de la inteligencia artificialMéxico podría ser el mayor productor de microprocesadores en Norteamérica tras los aranceles impuestos a China por Estados Unidos. Ya se tienen medidas arancelarias para proteger la cadena de suministro, una agenda con Estados Unidos y centros de diseño en Puebla, Jalisco y Sonora. Con una fuerza laboral técnica, ubicación, mercado y aliados comerciales, el país podría ser clave en la industria del siglo XXI. 

Pero México se pone el pie solito, generando un sistema eléctrico inestable y poco confiable, un sistema de agua insuficiente poca certidumbre jurídica, donde una patente tarda hasta 51 meses en concederse, en una industria donde los ciclos de innovación son cada 18 o 24 meses. Sin poder ofrecer una protección inmediata, la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías terminan antes de siquiera empezar.

El futuro no está en rescatar y rescatar y rescatar a Pemex, sino en invertir en lo que llevará a México hacia el futuro, o en su defecto, generar las condiciones para que la iniciativa privada pueda hacerlo. Se necesita una red eléctrica confiableagua con estándares de reuso, un marco regulatorio eficiente y, sobre todo, dejar de financiar la nostalgia. Si México quiere pasar al siglo XXI, tiene que dejar ya de intentar rescatar el pasado a costa de financiar el futuro.