Saul Vazquez Torres
El condenable asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, en plenas festividades del Día de Muertos mientras estaba en compañía de su hijo, ha desatado una muy necesaria discusión social sobre la política de seguridad de las últimas décadas. Debo decirlo, a mí su estilo, que llevó a que lo denominaran el “Bukele” mexicano me incomodaba. Si algo hemos visto es el avance de la militarización de la seguridad desde el sexenio de Felipe Calderón y, el consabido Michoacanazo, pero con Peña Nieto, AMLO y Sheinbaum cada día es una nueva tarea de gobierno civil bajo control de los militares. A ambos lados del debate público urge reconocer que a pesar de la retórica de “abrazos”, el obradorismo no ha cambiado un ápice la política de seguridad de sus antecesores.
Dicho esto quisiera hablar de algo que me preocupa y que no es exclusivo al asesinato a sangre fría de Manzo ni a los 56 asesinatos políticos que se han dado en lo que va de 2025, sino a la reacción social ante este fenómeno. Desde el sexenio pasado trato de evitar el ejercicio diurno de comunicación del titular del ejecutivo federal; me parece un simple ejercicio de propaganda. Sin embargo, es prácticamente imposible de todos modos que no lleguen a mí algunos de los momentos más penosos de ese ejercicio. Como sucedió en la mañana posterior al asesinato, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum a propósito del tema cuestiona: ¿Realmente les importa Uruapan? ¿Realmente les importa Michoacán? No. (…) “Y también unos cuantos conductores y comentócratas carroñeros, la verdad, porque no tienen otro nombre, que lo que buscan es, a ver, vamos a encontrar dónde podemos tener un pequeño argumento para irnos contra el gobierno”.
Como opositor, he sido muy crítico en este mismo espacio sobre algunas de las posiciones y estrategias que se han tomado, en particular hasta podría coincidir con el oficialismo en que la idea de una intervención estadounidense en México es tan irrisoria como peligrosa. Sin embargo, algo que siempre me ha molestado del discurso oficialista es esa idea de que solo ellos “quieren” a México y que las intenciones de “la oposición” como un todo son perversas. Dicho discurso ha permeado en la sociedad de maneras preocupantes. En días recientes, se discutió sobre la manifestación del grupo de rock Molotov sobre qué “antes éramos un país muy chingón”. Y me encontré con la interpretación del crítico Luis Reséndiz en Threads: “todos están dando por sentado que Molotov se refería a que el México del PRI era un país bien chingón, pero nadie ha reflexionado que en realidad podrían haberse referido a la situación del electorado, que de ser contestario e inconforme ha pasado a justificar al gobierno y a defender sus pifias…”.
Ese ha sido uno de los grandes éxitos discursivos de Morena y, por qué no decirlo, una de las mayores beneficiarias ha sido Claudia Sheinbaum. Como alcaldesa logró escapar a la responsabilidad política de la tragedia del Colegio Rebsamen; como jefa de Gobierno, al colapso de la línea 12; como presidenta, nos ha pedido que no “politicemos la tragedia” de las inundaciones en el sureste del país y, ahora, el asesinato de Carlos Manzo. Basta ya de tanta indolencia, ¿no?
Esto por no mencionar lo preocupante que es referirse al periodismo como “buitres carroñeros”, en un país que promedia dos asesinatos a periodistas al mes en este 2025. Un discurso que deshumaniza y desacredita a quienes hacen una tarea básica para la democracia es inaceptable. Durante los dos periodos presidenciales de Morena, desde ese espacio se han ensañado con el periodismo crítico y construido un aparato de propaganda en el que gran parte de las “preguntas” son realizadas por outlets cercanos al gobierno, como recientemente demostró El Sabueso.
En cualquier país medianamente democrático, la responsabilidad por los permisos de construcción del colegio Enrique Rebsamen habrían sido el final de la carrera de Sheinbaum. Ni hablar del colapso de la línea 12. Hoy como presidenta es responsable de la seguridad de todos nosotros. ¿Cuándo va a enfrentar Claudia Sheinbaum la responsabilidad de sus malos gobiernos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo indolentes? Llamar a “no politizar”, a “no lucrar”, es realmente un llamado a quedarse cruzados de brazos mientras que miles de mexicanos somos víctimas de sus malas gestiones.
Me queda claro que justo años de malos gobiernos sacaron tanto al PRI como al PAN de la presidencia, pero en esta segunda gestión Morena no puede seguir siendo ajeno a la responsabilidad política. Como ciudadanos, incluso como militantes, no podemos renunciar a la crítica por un gobierno aunque hayamos votado por él o nos simpatice. Hay corrupción en todos los partidos, pero también hay gente en todos los espacios que amamos al país. Claro que nos importa Uruapan, claro que nos importa Michoacán, claro que lamentamos la tragedia que cae sobre la familia de Carlos Manzo y el hijo que crecerá ahora sin un padre. Lo que no me queda claro es si a la presidenta Sheinbaum le importa.
