La fe y la política

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Rubén Moreira

En la exhortación apostólica recién publicada por el primer pontífice de origen estadounidense hay un párrafo que dice:

“La experiencia de la migración acompaña la historia del pueblo de Dios. Abraham parte sin saber adónde va; Moisés conduce a un pueblo peregrino por el desierto; María y José huyen con el Niño a Egipto. El mismo Cristo, que «vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11), vivió entre nosotros como extranjero. Por eso, la Iglesia siempre ha reconocido en los migrantes una presencia viva del Señor, que en el día del juicio dirá a los que estén a su derecha: «Estaba de paso, y me alojaron» (Mt 25,35)”.

León XIV es agustino e inició su pontificado en un mundo polarizado, donde se privilegia la ganancia política producto de los populismos. Tanto las izquierdas como las derechas aprovechan los odios y los prejuicios que campean en las sociedades contemporáneas para ganar adeptos.

En estos días, buscar enemigos es el deporte de moda; mientras en Europa aparecen neonazis y neofascistas, en México los seguidores de López Obrador se desgañitan contra españoles, clases medias y ciudadanos con alguna aspiración. Para sacar raja se vale todo, incluso pasar por arriba de principios, virtudes y los derechos humanos de comunidades. Para estar a tono de alguno de los polos se traicionan creencias y se hacen malabares para hacer compatibles posturas de antaño con imposturas del presente. “El que pierde la vergüenza no sabe lo que gana” es el grito de guerra de no pocos políticos y de muchos personajes de la fauna nacional.

En varios países occidentales se puso “mala onda” tener un horizonte abierto al respeto al otro. La agenda progresista se volvió poco deseada y avanzaron la intolerancia, el autoritarismo y la represión. La llegada de Obrador no fue la de la izquierda moderna, y pongo varios ejemplos: 1. El desprecio a los derechos humanos, 2. La poca consideración a la agenda ambiental, 3. El desprecio al multilateralismo y, por lo tanto, a la posibilidad de construir un mundo mejor y en paz.

Los políticos de derecha de grandes naciones, entre ellas Italia, se concentraron en los nacionalismos, las negaciones climáticas, los fundamentalismos religiosos y la persecución a los migrantes. En estos aspectos hay seguidores en el país y también quienes guardan silencio ante injusticias manifiestas. Muchos de quienes se dedican a la función pública y se asumen católicos nada dicen ante las políticas represivas contra los migrantes. No falta quien muestra la cruz con ferocidad, pero es incapaz de bajar de ella al Cristo hecho hombre. Ni con el pétalo de un versículo son capaces de ofender a la migra.

El Evangelio no se cita, se predica con el ejemplo, y como dice el texto jesuita: “No trabajaremos en la promoción de la justicia sin que paguemos un precio”.