Las promesas y los pendientes del Plan México

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Enrique Quintana

El Plan México ha sido presentado como la gran apuesta de la nueva administración para convertir al país en un nodo estratégico del crecimiento productivo global.

Diseñado para aprovechar el auge del nearshoring, fortalecer la infraestructura, atraer inversiones y modernizar el aparato productivo nacional, el plan ha generado expectativas elevadas tanto en el sector empresarial como en los mercados internacionales.

A unos meses de su puesta en marcha, es posible reconocer avances tangibles, pero también emergen rezagos significativos, sobre todo en aspectos regulatorios y de certidumbre para los inversionistas.

Uno de los logros más visibles ha sido la identificación de corredores logísticos prioritarios. Desde el Istmo de Tehuantepec hasta el Bajío, se han delineado zonas estratégicas donde se pretende focalizar la infraestructura y la atracción de capitales. Se ha comenzado a rehabilitar infraestructura ferroviaria, a liberar derechos de vía y a acelerar permisos medioambientales que habían estado detenidos por años. El gobierno también ha tenido éxito en abrir canales de comunicación con corporativos globales interesados en reubicar parte de sus operaciones en territorio mexicano.

Entre las iniciativas más destacadas se encuentran también los programas de capacitación laboral en coordinación con los gobiernos estatales. Estos programas buscan vincular a la población local con los requerimientos específicos de la industria manufacturera avanzada, especialmente en ramos como la automotriz, la aeroespacial y la de semiconductores. Aunque aún se encuentran en etapas piloto, la articulación entre instituciones educativas, sector privado y gobierno comienza a dar frutos.

Sin embargo, los avances en el terreno duro contrastan con los rezagos normativos e institucionales. El caso del sector energético es ilustrativo. Aunque el Plan México reconoce que la disponibilidad de energía limpia y competitiva es un factor clave para la atracción de inversiones manufactureras, el marco regulatorio vigente sigue siendo incierto. Persisten interrogantes respecto a la forma en la que van a operar los nuevos órganos regulatorios, en específico la Comisión Nacional de Energía y hay inversiones en energías renovables que están a la espera de certidumbre en las reglas del juego.

Además, el esquema de Asociaciones Público-Privadas (APPs), que debería ser uno de los pilares del Plan México para el desarrollo de infraestructura, sigue sin ser reactivado del todo.

Aunque se ha hablado de un nuevo modelo de colaboración entre el Estado y la iniciativa privada, los detalles aún no están claros. Muchos proyectos se están financiando exclusivamente con recursos públicos, lo que limita su escala y su velocidad de ejecución.

La falta de un marco actualizado para APPs deja fuera a fondos de inversión que estarían dispuestos a participar si hubiera mayor transparencia, reglas claras y garantías institucionales.

Otro actor que no ha terminado de asumir un rol protagónico es la banca de desarrollo. Si bien se han emitido mensajes desde Nacional Financiera (Nafin) y Banobras sobre el respaldo a proyectos productivos vinculados al Plan México, las cifras efectivas de colocación de crédito siguen siendo modestas. La ausencia de esquemas financieros innovadores, como garantías parciales de riesgo o fondos de coinversión, limita el alcance del plan. Sin una banca de desarrollo más activa, es difícil que los proyectos medianos y pequeños, especialmente en estados del sur-sureste, logren despegar.

Aunque se espera que en julio se haga público un plan más detallado sobre sus intenciones arancelarias y de relocalización industrial, hasta ahora los mensajes han sido ambiguos. Algunos sectores temen que México no salga tan bien librado mientras que otros apuestan a que el propio Plan México podría alinearse con los intereses de una administración republicana centrada en la producción regional, y por ello quizás nuestro país conseguiría un acuerdo arancelario ventajoso respecto a otras naciones.

Esa indefinición ha generado una especie de pausa en las decisiones de inversión de algunas empresas globales. Los anuncios de instalación de nuevas plantas han sido menos numerosos en el segundo trimestre del año, y hay señales de cautela en sectores como el automotriz y el electrónico, aunque debe señalarse que aún continúan anunciándose proyectos.

Habrá que esperar a ver las cifras de la inversión extranjera directa para calibrar mejor el impacto de esta pausa.

A pesar de los incentivos ofrecidos por algunos gobiernos estatales, muchas decisiones están a la espera de definiciones políticas tanto en Washington como en la Ciudad de México.

Algunas voces del sector empresarial han comenzado a proponer la creación de una oficina de promoción de inversiones con carácter técnico y permanente, que articule los distintos niveles de gobierno y actúe como ventanilla única para los grandes proyectos. Esta medida podría agilizar los procesos administrativos y brindar una mayor sensación de continuidad institucional, más allá de los ciclos políticos.

En este contexto, el Plan México puede visualizarse como una hoja de ruta ambiciosa pero incompleta. Ha mostrado capacidad para generar entusiasmo y movilizar recursos, pero aún carece de los engranajes regulatorios, financieros e institucionales que permitan convertir las promesas en resultados concretos.

Lo que está en juego no es solo el éxito de un programa de gobierno, sino la posibilidad de que México se consolide como un protagonista del reordenamiento económico global.

El tiempo para afinar el plan es limitado. La competencia por atraer inversiones no espera, y otros países como Vietnam, Polonia o la India también están compitiendo por el mismo capital, que por cierto, de acuerdo con los datos de la UNCTAD, se ha reducido a escala global.

El reto para el gobierno mexicano es pasar de los anuncios y las buenas intenciones a los instrumentos concretos.

Solo así se podrá aprovechar la oportunidad histórica que representa esta coyuntura internacional y evitar que el Plan México quede como un proyecto más en el archivo de las grandes iniciativas inacabadas.