Fausta Gantus
A finales de 1899, en octubre, justificado en la necesidad de realizar trabajos electorales, un grupo de individuos cercanos al presidente Porfirio Díaz, encabezado por Sebastián Camacho y Eduardo Liceaga, por “iniciativa privada” dio forma en la ciudad de México a la Convención Nacional. Quienes la integraban eran personajes con intereses tanto en lo político como en lo económico, con trayectorias en la administración pública y la iniciativa privada. Su objetivo principal era realizar una “exploración a la conciencia pública”, a la “conciencia nacional”, esto es, buscaban sondear el ánimo de la ciudadanía para determinar al candidato presidencial que apoyarían. Tal sondeo consistiría en explorar la “manifestación privada individual” de “todos los habitantes de la República”, para lo cual los ciudadanos depositarían de manera personal una boleta con el nombre del candidato que eligieran, y se celebraría en todo el territorio nacional, o al menos eso pretendían.
Es cierto que la auscultación constituía una estrategia de los porfiristas para “demostrar” la necesidad de continuidad de Díaz en la presidencia –terreno en el que se contaba con varias experiencias previas–, pero más allá de ello, su importancia radica en el hecho de que fue la primera consulta ciudadana de alcance nacional efectuada de manera directa con fines comiciales. Esa consulta popular operó como una especie de experimento para probar si la ciudadanía estaba lista para ejercer el voto directo y constituyó una estrategia de movilización. Los organizadores de la Convención Nacional señalaron que no se trataba de un voto sino de la expresión de una manifestación individual. Con tal señalamiento lo que pretendían era diferenciar el momento de la consulta por ellos organizada del de los comicios oficiales que se realizarían unos meses más adelante. También, es probable, que a pesar de que fuera un voto directo, o quizá por ello mismo, procuraban no alentar expectativas en la población hasta no probar, con la práctica misma, los resultados de tal ejercicio.
La movilización se fomentó en dos sentidos; primero, mediante la realización del propio plebiscito, lo que implicó campañas de difusión y promoción para alentar la participación; y, segundo, despertando mediante este ejercicio el interés de la ciudadanía en el proceso oficial que tendría verificativo a mediados de 1900. Los esfuerzos de la Convención Nacional se mantuvieron hasta el momento de la elección celebrada en junio, en el marco de la cual se dieron a la tarea de “excitar” a los ciudadanos a acudir a depositar su voto.
La Convención Nacional se formó, funcionó y desarrolló con la finalidad de poner a prueba una forma de votación reclamada por ciertos personajes y grupos desde mediados de la centuria. Por ello la auscultación a la que convocó cobraba tanto significado. Para que el experimento de la consulta resultara exitoso sus integrantes se dieron a la tarea de promocionar, organizar y movilizar la participación ciudadana desplegando para ello varias estrategias. En esa labor, bien para apoyar bien para desacreditarla, la prensa tuvo papel protagónico. Y los integrantes de la Convención sabían su importancia, por ello se dieron a la tarea de crear el “Órgano de la Junta Directiva de la Convención Nacional de 1900”, periódico que se imprimió y circuló bajo el nombre de “La Convención Nacional”, que a través de sus páginas dio cuenta de la creación, desarrollo y acciones de esa organización política.
