Buscar poniendo en riesgo la vida

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Rubén Martín

No hay en el México contemporáneo un oficio más ingrato y doloroso que ser un familiar que está buscando a un hijo, hermano o esposo desaparecido. Y este oficio ingrato y doloroso lo es aún más para las mujeres, porque además del dolor de buscar a un hijo desaparecido, se incrementan los riesgos de padecer distintos tipos de violencias. Lo que sabíamos por testimonios de madres buscadoras es confirmado ahora por un amplio estudio que acaba de ser publicado en el informe “Desaparecer otra vez: violencias y afectaciones que enfrentan las mujeres buscadoras en México”, presentado por Amnistía Internacional el pasado 8 de julio.

El informe se sustenta en los testimonios de 661 madres buscadoras de 30 estados de México y de países como El Salvador, Guatemala y Honduras. Además de los testimonios, se llevaron a cabo siete grupos de enfoque y entrevistas a profundidad a varias mujeres buscadoras de distintas colectivas de familias que buscan a sus desaparecidos en el país. En total se recogieron testimonios de integrantes de 134 colectivos de familias buscadoras de todo el país, lo cual resalta la profundidad de la investigación.

Los resultados de este informe ofrecen el panorama más amplio de las condiciones de riesgo y distintos tipos de violencia que enfrentan las familias buscadoras, especialmente las mujeres porque 90 por ciento de las personas que están buscando a un desaparecido son madres, hermanas o esposas. El reporte de Amnistía Internacional México encontró que 97 por ciento de las mujeres buscadoras entrevistadas declaró haber enfrentado violencias y afectaciones al buscar a personas desaparecidas (el informe completo se puede consultar aquí: https://acortar.link/mtb7zc).

Se identificaron al menos diez distintas formas de violencias que enfrentan las mujeres buscadoras: asesinatos y desapariciones, amenazas, ataques y extorsiones, discriminación, estigmatización y revictimización, desplazamiento forzado, violencia sexual, criminalización, afectaciones a la salud, empobrecimiento e impunidad. De ellas las más recurrentes son las siguientes: amenazas (45 por ciento), extorsiones (39 por ciento), ataques (27 por ciento), desplazamientos forzados (27 por ciento), secuestros (seis por ciento), tortura (10 por ciento), e incluso violencia sexual, desapariciones y asesinatos.

A pesar de que más de 90 por ciento de las mujeres buscadoras enfrentaron este abanico de violencias, el informe indica que sólo 17 por ciento de ellas acudió a las autoridades a denunciarlas. Y esto se “debe a la desconfianza en el Gobierno, desconocimiento de derechos e, incluso, percepción de cooptación de servidores públicos por el crimen organizado”. En efecto, no se denuncia porque para muchas mujeres buscadoras, acudir al Gobierno es sinónimo de ponerse en manos del crimen organizado. Conozco el caso de una profesora universitaria de Jalisco que acudió a la Secretaría de Gobierno del estado para pedir ayuda en la búsqueda de su sobrino en un pueblo del sur del estado y lo que encontró a los pocos días fue una amenaza de muerte si se paraba en el poblado donde desapareció su familiar. El informe de Amnistía Internacional revela que esto ocurre con mayor frecuencia de la imaginada, en la mayoría del territorio del país.

Edith Olivares Ferrero, Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional México, me dijo en entrevista que las mujeres buscadoras lamentablemente no sólo están en riesgo de violencia, sino que atraviesan también con padecimientos, físicos, emocionales y económicos. Por ejemplo, afectaciones a la salud física y mental, insomnio, depresión, ataques de pánico, ansiedad. Dijo Edith Olivares: “Imaginémonos lo que es para una mujer encontrar una fosa clandestina y luego una serie de afectaciones también en la salud física, padecimientos en la piel por el contacto con restos humanos, padecimientos digestivos y gástricos, desprendimiento de retina por el llanto prolongado, y todas estas afectaciones”.

En el informe encontraron que 73 por ciento de las entrevistadas padecía depresión; 72 por ciento, insomnio; 70 por ciento, deterioro de salud; 69 por ciento, miedo; 68 por ciento dejó de hacer las cosas que le gustaban para dedicarse a buscar; 67 por ciento acusó pérdida de apetito; 66 por ciento, pérdida de ingresos económicos; 65 por ciento declaró tener ira y 57 por ciento, pérdida de amistades.

Lamentablemente el Estado no sólo no busca eficientemente en vida a sus hijos, sino que además deja a su suerte a las mujeres buscadoras, porque prevalece la impunidad. No debemos dejar solas a las mujeres buscadoras en México. Que nunca más una madre tenga desprendimiento de retina por su llanto prolongado.