Joaquín Narro Lobo
Estoy convencido que las dos principales razones por las que en 2018 la mayoría de la ciudadanía decidió voltear la espalda al PRI y otorgar su voto a Morena fueron, en este orden, la frivolidad y la corrupción que históricamente, pero particularmente en aquél sexenio, desplegaba con cinismo y desparpajo la clase política mexicana. Igualmente importante, aunque en menor medida, fue el perfil del entonces candidato morenista y a la postre presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Sin duda, el haber recorrido el país durante años y la cercanía y sencillez con la que se condujo durante ese tiempo rindió frutos. No obstante, insisto sin dudarlo, fue la imagen negativa que el PRI y la clase política tradicional acarreaban a causa de sus desplantes de superficialidad y escándalos en el manejo de recursos y la generación de inexplicables fortunas lo que arrastró a ese partido y su candidato a la derrota.
Más allá de su convicción personal que desde su paso por la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal ya asomaba respecto de la austeridad – en un momento empañada por el uso de un reloj marca Tiffany o por las afirmaciones de Gustavo Ponce, aquél secretario de Finanzas acusado judicialmente por presuntamente haber participado en un fraude de varias decenas de millones de pesos cometido en perjuicio de la administración delegacional de Gustavo A. Madero, en el sentido de que él era el encargado de comprar trajes de la Marca Hugo Boss para López Obrador – el ex presidente hizo de la austeridad parte fundamental de aquello que Daniel Cosío Villegas denominada “el muy personal estilo de gobernar”. Las constantes referencias a la máxima juarista sobre “la justa medianía” hacen que esta proclama forme parte de la colección de frases del obradorato.
Las vacaciones en Japón de Andrés Manuel López Beltán, hijo del ex presidente y actual secretario de Organización de Morena, de las cuales han aparecido facturas de hospedaje por 177 mil pesos, incluida una cena de casi 50 mil pesos; las vacaciones por Portugal de Mario Delgado y el supuesto error en la declaración de un departamento con valor de 15 millones comprado unos meses antes de haber asumido su cargo como secretario de Educación Pública; los señalamientos de vínculos entre el Senador Adán Augusto López y un grupo de la delincuencia organizada encabezada por su ex secretario de Seguridad; las vacaciones de José Ramón López Beltrán en un hotel de Grupo Vidanta, propiedad de Daniel Chávez, uno de los empresarios más cercanos al ex presidente López Obrador, son solo algunos de los actos que abonan a una noción de frivolidad y corrupción en el primer círculo del obradorismo y, por lo tanto, de Morena.
Por ser ingredientes principales de la salida del PRI de la Presidencia y por haberse convertido en dos de los principales enemigos de la llamada Cuarta Transformación, es que los actos revestidos de frivolidad y corrupción cometidos por personajes del círculo íntimo de Andrés Manuel López Obrador y que en días recientes ha sido exhibida lo mismo en medios de comunicación que en redes sociales, hoy el gobierno de Claudia Sheinbaum enfrenta la mayor crisis político-partidista en los poco más de diez meses que ha encabezado el gobierno y que, por su condición como presidenta, la colocan como la líder principal del morenismo. Imagino que, si a los ojos externos la situación parece de una enorme gravedad, al interior del movimiento y del gobierno estos hechos deben representar una señal de alerta extrema.
La presidenta Claudia Sheinbaum requiere, de inmediato, enviar una señal clara de que su gobierno no solo no forma parte de todo – y más – lo que ya se ha descrito, sino que incluso no lo tolera y se opone a ello. No se trata de iniciar una cacería de brujas, sino de atender una crisis con alturas de mira y privilegiando el bien mayor. Circunstancias tan delicadas como la contradicción más obvia entre el decir y el hacer de un grupo de morenistas pueden convertirse en una gangrena que, de no ser atendida de inmediato, pueden invadir al resto de ese cuerpo llamado Cuarta Transformación con consecuencias fatales hacia el futuro. Por si esto fuera poco, la amputación de aquellas partes ya gangrenadas puede representar una oportunidad para consolidar su liderazgo al interior de un movimiento cuyas lealtades se encuentra divididas entre quienes añoran el pasado inmediato y quienes apuestan al nacimiento de algo nuevo al interior de Morena. La decisión que al respecto tome la presidenta la conoceremos muy pronto. El tiempo apremia.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM