Alejandra González
El abogado mixteco Hugo Aguilar, quien presidirá la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), recibirá el bastón de mando de autoridades indígenas en su ceremonia de toma de protesta.
El símbolo, popularizado en la política reciente con Andrés Manuel López Obrador y retomado por Claudia Sheinbaum, podría marcar un precedente en el Poder Judicial, siempre que exista congruencia entre el discurso y los hechos, advierte el académico Israel Yancuic.
“El bastón de mando, como lo conocemos hoy, no existía en la época prehispánica. Es una herencia novohispana, surgida con las repúblicas de indios y los cabildos indígenas durante la colonia”, explica Yancuic, investigador del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM, a Animal Político.
Aunque se ha especulado sobre la existencia de símbolos de poder en la cosmovisión indígena, como el Xiuhcóatl de Huitzilopochtli o el Chicahuaztli de Tláloc, el emblema de sucesión era el xihuitzolin, una diadema de turquesa, que representaba el cambio de mando.
“El bastón de mando es producto del sincretismo cultural: los pueblos indígenas adoptaron elementos occidentales y los resignificaron, como ocurrió con la evangelización o el rebozo”, añade el también director editorial de la Revista Tlatelolco.
Con el tiempo, el bastón dejó atrás su interpretación fálica para convertirse en un símbolo de pluralidad y confianza.
“Hoy representa la confianza de la comunidad en quien asume un cargo. Su entrega puede hacerla el liderazgo anterior, una comisión o depositarios de saberes, y no es un acto estático, sino que se reconfigura según las transformaciones de cada comunidad”, apunta Yancuic.

La “4T” y el bastón de mando
La “Cuarta Transformación” convirtió la vara de mando en un recurso político de legitimidad más allá de las urnas, considera el académico.
Cuando López Obrador lo recibió en 2018 y después lo entregó a Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta en recibirlo, no solo se trató de un gesto ceremonial: “se construyó un simbolismo de mayor cercanía con las tradiciones populares”, sostiene el investigador, pues sus gobiernos se han planteado cercanos a la gente.
Aunque otros candidatos también han recibido bastones de mando en campañas, Yancuic cuestiona la autenticidad de esas entregas.
El reto para la nueva Corte
En el caso de la Corte, que estará integrada por Aguilar, Lenia Batres, Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz, Sara Irene Herrerías, María Estela Ríos, Asael Figueroa, Irving Espinoza, Arístides Guerrero, la inclusión del bastón de mando y el uso de trajes típicos, como el abogado mixteca ha dicho que utilizará, han generado debate. Para el académico, esto se trata de una “disputa simbólica”.
“La visión hegemónica busca preservar protocolos elitistas, mientras que esta irrupción incomoda a las élites. El reto es que la Corte demuestre con hechos que está cercana a la gente y no solo al poder”, señala.
De consolidarse, la práctica podría sentar un precedente en futuras tomas de posesión. El riesgo, advierte Yancuic, es que se trivialice o se “folklorice” el símbolo. Lo deseable sería que comisiones de representantes indígenas legitimaran estos actos.
A pesar de los usos políticos, el académico asegura que la práctica no perderá su raíz: “Lleva 500 años resignificándose en las comunidades y seguirá viva mientras ellas la mantengan”.
Para Yancuic, este momento abre la posibilidad de fortalecer la democracia mexicana con aprendizajes de los pueblos originarios.
“No se trata solo del bastón de mando, sino de retomar formas de democracia comunitaria y participativa. Es tiempo de que nuestro frágil proceso democrático aprenda de esas prácticas y de que gobernar signifique, realmente, mandar obedeciendo”.