Mineros arriesgan su salud y al medio ambiente ante el crecimiento de la demanda del mercurio en México

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 Los esfuerzos a nivel mundial para prohibir esta actividad han convertido a este elemento sea cada vez más buscado

AP.- Un taladro resulta a través de estrechos túneles en lo profundo de la montaña, donde el minero Hugo Flores perfora la roca en busca de uno de los elementos más tóxicos de la Tierra.

Enterrado en franjas rojas de minerales, iluminadas por la linterna que lleva en su casco, se encuentra el mercurio.

Aquí, en las montañas cubiertas de pinos conocidas como la Sierra Gorda, una de las áreas con mayor biodiversidad de México, tiene lugar un “bum del mercurio”.

Los precios internacionales del oro están alza, lo que ha impulsado el precio del mercurio, un metal tóxico clave en la minería ilegal de oro, hasta alcanzar máximos históricos. Aunque la demanda desencadena una fiebre minera en el centro de México, que da sustento a miles de mineros y sus familias, también los exponen a ellos y al frágil medio ambiente al envenenamiento por mercurio.

Al mismo tiempo, este metal mexicano alimenta la minería ilegal de oro en la Amazonía, contaminando grandes áreas y perjudicando a las personas y al medio ambiente.

Los esfuerzos globales para prohibir la minería de mercurio sólo han hecho que el mineral de estas centenarias minas artesanales sea aún más buscado.

Para Flores, es una forma de vida.

En pueblos como San Joaquín, en el estado de Querétaro, el precio del mercurio se ha disparado más de 10 veces en los últimos 15 años, pasando de 20 dólares por kilogramo en 2011 a entre 240 y 350 dólares por la misma cantidad.

«Los mineros dicen, por primera vez el mercurio vale algo. Sí, vale la pena intoxicarme porque ahora sí voy a obtener dinero», dijo Fernando Díaz Barriga, un investigador médico que ha estudiado durante mucho tiempo las minas de mercurio en el centro de México.

“Coyotes” del mercurio

Los mineros siguen vetas de cinabrio, el mineral que contiene mercurio, cavando como hormigas a través de estrechos túneles que zigzaguean profundamente bajo la montaña. Perforan la roca y cargan bolsas de piedras atadas a sus espaldas hasta la superficie.

La roca se coloca en hornos de ladrillo alimentados con leña, donde el mercurio se calienta hasta convertirse en gas y se separa de otros minerales. Luego, el gas se enfría, formando gotas de líquido plateado que decantan lentamente por un tubo para ser recogidas en pequeñas botellas de plástico, cada una de las cuales se vende por alrededor de mil 800 dólares. Se necesita una tonelada de roca para producir un kilo de mercurio.

México es el segundo mayor productor de mercurio del mundo después de China, con un rendimiento de 200 toneladas al año, según estimaciones de las Naciones Unidas.

Compradores de todo el mundo acuden a adquirir mercurio barato de mineros artesanales.

“Vienen a comprar mercurio por 500 pesos, y después van a Perú y lo venden por 5 mil”, dijo Carlos Martínez, líder de una de las minas de San Joaquín. «El coyote, que le nombramos aquí. Esos son los güeyes que ganan a costillas de uno».

Minería ilegal de oro

La minería de mercurio en los pueblos que salpican la región de la Sierra Gorda de México se remonta a siglos atrás. El metal se usaba en todo tipo de cosas, desde termómetros hasta cosméticos, y se enviaba legalmente a Sudamérica hasta hace unos años, cuando muchos países del mundo prohibieron su uso.

Hoy en día, la gran mayoría del mercurio mexicano se trafica a Colombia, Bolivia y Perú y se distribuye por toda la cuenca del Amazonas.

En Amazonía, el metal se utiliza para extraer oro del suelo del río en operaciones de minería ilegal de oro, controladas cada vez más por grupos criminales. La minería ha contaminado los ríos que dan vida a la región.

En julio, las autoridades peruanas incautaron un envío récord de cuatro toneladas de mercurio, con un valor de alrededor de medio millón de dólares, escondido en sacos de grava que viajaban de México a Bolivia.

En un informe divulgado en julio por la Agencia de Investigación Ambiental, una organización sin fines de lucro que investiga los delitos contra el medio ambiente, se indica que el Cártel Jalisco Nueva Generación se ha incorporado a algunas operaciones de minería de mercurio en México.

Pero los mineros, investigadores y funcionarios locales dicen que no hay participación de cárteles.

“Lo que hacemos no es un crimen”, dijo Martínez, de 44 años. “Andamos trabajando nada más”.

Se espera que la demanda de oro continúe mientras los inversores buscan una seguridad tangible en un momento de incertidumbre económica global, provocada, en parte, por los aranceles impuestos por el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump, según JP Morgan y otros bancos. Los mineros dicen que esperan lo mismo para el mercurio.

“La demanda mundialmente (del mercurio) se me hace que va a seguir”, dijo Martínez. “No lo van a parar”.

Minar o migrar

En San Joaquín, donde las cifras del gobierno muestran que casi la mitad de los 8 mil residentes viven en la pobreza, varias generaciones han enfrentado una difícil elección: migrar a Estados Unidos o trabajar en una mina de mercurio.

Flores, el minero que maneja el taladro en lo profundo de los túneles, dijo que esa fue la elección que enfrentó a su familia antes de migrar a Estados Unidos cuando él era niño.

A los 24 años, cuando le negaron un permiso de residencia permanente, regresó a México para trabajar en las minas, tal como lo hizo su abuelo.

Ahora, con el aumento de los precios del mercurio, ha visto cómo un número creciente de jóvenes regresan de Estados Unidos para trabajar en las minas.

Flores, de 39 años, dice que el gobierno los ha olvidado y que las oportunidades de trabajo en la región apenas alcanzan para sobrevivir.

Alrededor de 3 mil personas de la región viven de las minas o de su material reciclado, dijo Izarelly Rosillo, abogada e investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha pasado tanto tiempo con los mineros en los últimos 12 años que ella misma fue diagnosticada con envenenamiento por mercurio.

“El mercurio ha sido un detonador de desarrollo en la región”, dijo. “Esto viene con efectos también colaterales”.

El dinero de la mina le ha permitido a Flores enviar a sus cinco hijos a la escuela y comprarles mejor ropa, mejor comida y útiles escolares.

Incluso ha ahorrado suficiente dinero para regresar a la escuela si sus túneles de mercurio se cierran, aunque dijo que dos de sus adolescentes han comenzado a trabajar en las minas.

Dice que no lo recomendaría, al menos, no para sus hijos. Pero también necesita ganar dinero.

Región “envenenada”

Díaz Barriga, el médico especializado en materiales tóxicos, dijo que, aunque las autoridades no han estudiado de manera exhaustiva cuán profunda es el envenenamiento por mercurio, las pruebas iniciales realizadas por científicos muestran niveles peligrosamente altos del químico en el medio ambiente y los trabajadores.

Los mineros comen guisos y bebe tequila entre los vapores que emanan del horno de mercurio. Desechan el exceso de roca en un lecho de río cercano, que fluye hacia los arroyos de la región cuando llueve. Después del trabajo, regresa a casa con sus familias con polvo tóxico en su ropa. En los meses de lluvia, los mineros a menudo cocinan su propio mercurio en hornos instalados en sus hogares.

«Es una contaminación masiva que la hemos detectado en niños, mujeres, mineros y en un montón de microorganismos», dijo Díaz-Barriga, «y en un montón de roedores. Están en el sedimento, están en los árboles. O sea, el sitio está impregnado de mercurio».

Los investigadores han observado el deterioro de la salud de los mineros y sus familias a medida que muestran algunos de los peores síntomas de intoxicación por mercurio, como temblores, deterioro neurológico, pérdida de visión y de audición, retrasos en el desarrollo en los niños y más.

Rosillo, la abogada cuyo análisis de sangre mostró niveles de mercurio 12 veces por encima del límite normal, dijo que sufre de inflamación cerebral, pérdida de audición en un oído, depresión, temblores y más.

Los mineros que sufren de temblores y problemas del habla a menudo insisten en que no han sentido los impactos negativos de la exposición a largo plazo. En cambio, atribuyen el deterioro que han visto en otros mineros a la enfermedad de Parkinson, que numerosos estudios han vinculado a la exposición al mercurio.

A los 18 años, Samuel Ledesma, quien comenzó a trabajar en las minas a los 12 años, dijo que todo su cuerpo comenzó a temblar y gradualmente se enfermó. Tras practicarse análisis de sangre, los médicos le dijeron que tenía envenenamiento por mercurio. Señaló que las rondas de transfusiones de sangre no le ayudaron mucho, y su cuerpo todavía tiembla mientras habla.

“Quedé enfermo ya de por vida”, dijo el hombre de 75 años. Aun así, puso en duda el impacto de la toxina en la salud de los mineros.

Y podrían pasar años antes de sentir toda la fuerza del deterioro, dijo Díaz Barriga.

Científicos, ambientalistas y autoridades de las Naciones Unidas también temen que el metal provoque destrucción ambiental en una de las áreas protegidas con mayor biodiversidad de México: la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda.

Las minas están dentro de la reserva, que abarca una densa selva y bosques de gran altitud, así como en zonas adyacentes a ella.

Se considera un punto de atención para especies en peligro de extinción, como el jaguar, la guacamaya verde, el oso negro mexicano y cientos de especies más que, según los científicos, podrían verse afectadas si las autoridades no determinadas y limpian la minería.

El área que rodea las minas “es el sitio más contaminado de México”, dijo Díaz Barriga. “Es un sitio envenenado, no contaminado”.

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