Ricardo Salinas y Adán Augusto López, un amor a México con muchas condiciones

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César M. Gutiérrez Priego

En el escenario político empresarial de México, no es raro escuchar discursos cargados de patriotismo y amor por la nación. Sin embargo, cuando estos discursos vienen de figuras prominentes como Ricardo Salinas Pliego y el senador Adán Augusto López Hernández, es importante cuestionar si esas palabras se reflejan realmente en sus acciones. Ambos tienen en común la retórica sobre su amor por México, pero al analizar sus comportamientos y decisiones, surgen dudas sobre la congruencia entre sus palabras y hechos.

Ricardo Salinas Pliego: el amor que no paga impuestos

Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios más ricos conocidos del país, suele expresar su amor por México con palabras y en ocasiones, con acciones que parecen buscar contrarrestar esa imagen. Sin embargo, cuando se revisa su historial fiscal, la realidad es diferente. Salinas Pliego ha sido criticado en varias ocasiones por su manejo de impuestos. La autoridad fiscal mexicana ha señalado a empresas del Grupo Salinas por supuestos incumplimientos y retrasos en pagos que, en un país donde la recaudación fiscal es vital para el desarrollo social, generan una percepción de incongruencia y oportunismo.

Este empresario, que en apariencias profesa un amor profundo por México, parece justificar su omisión de pagar impuestos con miles de motivos, desde cargas fiscales elevadas hasta la supuesta complejidad del sistema tributario mexicano. Sin embargo, en un país donde la equidad fiscal establece que todos deben contribuir para el bienestar común, estas justificaciones parecen más excusas que argumentos válidos. La obvia discrepancia entre su discurso y su conducta fiscal deja entrever que su amor por México no se traduce en un compromiso real con la obligación cívica y social que implica pagar impuestos.

Adán Augusto López Hernández: el amor que no pide licencia para investigar

Por otro lado, Adán Augusto López Hernández, actualmente senador y ex secretario de Gobernación, ha sido una figura polémica en los últimos meses. En términos discursivos, ha manifestado su respaldo y amor por México, pero en los hechos, sus acciones despiertan suspicacias. La controversia gira en torno a las investigaciones sobre el exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, específicamente en relación con la designación de Bermúdez Requena como secretario de Seguridad en aquel estado y sus supuestos vínculos con el grupo criminal conocido como La Barredora.

Lo que resulta más preocupante es que, en lugar de solicitar una licencia para aclarar estos señalamientos o permitirse investigarlo sin presionesAdán Augusto ha optado por mantenerse en su cargo, negándose a separarse de sus funciones. Esta actitud genera sospechas de que hay un interés por proteger ciertos nexos con actividades ilícitas, en lugar de respetar el estado de derecho y la justicia que tanto invoca en sus discursos.

Ambos personajes se presentan como patriotas en sus palabras, pero sus acciones parecen contradecir esas declaraciones. En el caso de Salinas Pliego, la resistencia a pagar impuestos puede interpretarse como una forma de evadir responsabilidad social; en el caso de Adán Augusto, la preferencia por mantener su cargo en lugar de permitir una investigación transparente puede parecer una protección de intereses personales o de grupos con los que tiene vínculos estrechos.

Este contraste evidencia que el amor por México, que a menudo se expresa en discursos públicos, en realidad puede estar supeditado a intereses económicos y políticos que están alejados de las necesidades reales de la nación y sus habitantes. La verdadera vocación patriótica requiere coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y esa coherencia, lamentablemente, parece faltar en estos casos.

Es importante reconocer que en el discurso político empresarial mexicano, la justificación parece ser la vía más utilizada para sortear las responsabilidades. La excusa de que los impuestos son demasiado altos, o que las investigaciones son una persecución política, funciona muchas veces como un escudo para evitar las consecuencias de acciones o decisiones cuestionables.

Este comportamiento fomenta una cultura de impunidad y desconfianza en las instituciones, que a su vez afecta a la democracia y el desarrollo del país. La sinceridad y la congruencia son esenciales para construir una relación de confianza entre las distintas fuerzas que componen la nación: los ciudadanos, los empresarios y el gobierno.

Por último, decir que amas a México es fácil cuando las palabras llenan los discursos, pero demostrar ese amor requiere acciones concretas y responsablesRicardo Salinas Pliego y Adán Augusto López Hernández tienen en sus manos la oportunidad de fortalecer su supuesta vocación por el país, actuando con coherencia y justicia. Solo así podrán transformar esas palabras en acciones que realmente beneficien a México y a sus habitantes. Hasta entonces, sus discursos seguirán siendo solo eso: palabras, vacías y alejadas de la verdadera realidad del país que dicen amar. La nación necesita ejemplos de compromiso genuino, no solo declaraciones retóricas que en la práctica parecen encubrir intereses particulares. La verdadera prueba de su amor por México será en las acciones que decidan tomar en los próximos días y meses, porque en ellas se refleja si realmente sienten por la patria un compromiso sincero o simplemente utilizan su supuesta devoción como estrategia para justificar comportamientos que, en realidad, solo sirven a sus propios intereses.